avidi di tenere compagnie,
e incontrano coppie impenetrabili
e belle ragazze sole che fanno paura
– poiché uno non sa ballare, ed è triste –;
quelli che si appartano con un bicchiere
di acquavite cupo e malinconico,
e odiano fino in fondo la loro miseria,
l’invidia che provano, i desideri;
per quelli che sanno con amarezza
che della donna che amano rimane loro
nient'altro che un chiodo infilato nella spalla
qualcosa di dolce e aspro, come l’odore
che serba il rovescio di un guanto dimenticato;
per quelli che furono invitati
una volta; quelli che indossarono
il meno liso dei loro due vestiti
e furono puntuali; e in una porta
già molto dopo l’ingresso di tutti
seppero che non ci sarebbe stato
l’appuntamento, e tornarono disprezzandosi;
per quelli che guardano da fuori,
di notte, le case illuminate,
e talora vorrebbero essere dentro:
dividere con qualcuno tavola e lenzuola,
vivere con figli felici;
e allora comprendono che è necessario
fare altre cose, e che vale
molto di più soffrire che essere vinto;
per quelli che vogliono muovere il mondo
con il loro cuore solitario,
quelli che per le strade camminano
affannati, accesi di pensieri;
per quelli che calpestano i loro errori e continuano;
per quelli che soffrono con metodo,
perché non saranno consolati
quelli che non avranno, che non possono ascoltarmi;
per quelli che sono pronti, scrivo.
*** Rubén Bonifaz NUÑO, 1923-2013, poeta messicano, Per quelli che arrivano alle feste, da Los demonios y los días, 1956, traduzione di Tomaso Pieragnolo, in 'sagarana', qui.
Poesia tratta da Poesía en movimiento. México, 1915-1966, editato da Octavio Paz, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco e Homero Aridjis, Siglo XXI, México.
Testo originale (Para los que llegan a las fiestas) (qui)
Para los que llegan a las fiestas
ávidos de tiernas compañías,
y encuentran parejas impenetrables
y hermosas muchachas solas que dan miedo
- pues uno no sabe bailar, y es triste -;
los que se arrinconan con un vaso
de aguardiente oscuro y melancólico,
y odian hasta el fondo su miseria,
la envidia que sienten, los deseos;
para los que saben con amargura
que de la mujer que quieren les queda
nada más que un clavo fijo en la espalda
y algo tenue y acre, como el aroma
que guarda el revés de un guante olvidado;
para los que fueron invitados
una vez; aquéllos que se pusieron
el menos gastado de sus dos trajes
y fueron puntuales; y en una puerta
ya mucho después de entrados todos
supieron que no se cumpliría
la cita, y volvieron despreciándose;
para los que miran desde afuera,
de noche, las casas iluminadas,
y a veces quisieran estar adentro:
compartir con alguien mesa y cobijas
vivir con hijos dichosos;
y luego comprenden que es necesario
hacer otras cosas, y que vale
mucho más sufrir que ser vencido;
para los que quieren mover el mundo
con su corazón solitario,
los que por las calles se fatigan
caminando, claros de pensamientos;
para los que pisan sus fracasos y siguen;
para los que sufren a conciencia,
porque no serán consolados
los que no tendrán, los que no pueden escucharme;
para los que están armados, escribo.
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